viernes, 22 de abril de 2016

Trancas y barrancos (fragmento) de Macarena Trigo



Ella: Acá entretienen como pueden. A la Eugenia le da por engordarse, por ejemplo. Como una marrana pá la matanza se pone tos los inviernos y después, claro, se queja, se enferma, se tié que hacer de vuelta los vestíos… Tié un ropero la Eugenia que paece un almacén de Cáritas. Ropa de tos los tamaños. De cuando estaba flaca como un fideo, de cuando se quedó preñá de los trillizos, de los engordes estos que se apaña y de las adelgazás. Que las consigue, ¿eh? Se pasa unas primaveras mu sacrificá pá llegar al verano y meterse en un vestío sin mangas. Dice la Eugenia que lo peor de ser gorda es esconder los brazos en verano, ya ves. Yo diría que lo peor de ser gorda es tener un culo más grande que toas las sillas, pero pá las gorduras las mujeres somos un caso y a ca una le agarra una locura distinta. Yo de más chica me pesaba to los días, por ejemplo. Antes de saber lo que era un novio, claro. Después ya me dio igual, la verdá. Una vez que te engancha el patrocinio macho, te das cuenta que a los hombres kilo arriba, kilo abajo, les importa tres carajos. Mayormente los hombres aspiran a que una les cocine más o menos y no hable mucho. Por lo menos, los hombres de este pueblo con eso se contentan. Los de fuera no sé. Los forasteros son más raros, tienen como más aspiraciones  e inquietudes. Pero acá la verdá que ya entendiendo poco, las parejas se resuelven fácil. El cura ya ni jode con los casorios porque visto lo visto. No voy a malmeter, pero vamos, que acá, el casao casao, no abunda. El patio es chico, enseguía se aburre el personal y el diablo mata moscas con el rabo, pero tonto no es. El casao, casao se queda, pero en el medio baila con lo que se tercie. Y acá tercian todos. Yo antes también terciaba. Ahora estoy de mal ver y mucha mala leche tengo encima, así que tercio menos. Pero me paece bárbaro, muy sano, que tercien todos juntos. En algo hay que ocuparse. 

Ahora se casan menos. Bien que hacen, si total el casorio ya no aporta. No nos quedan herencias que ir sumando. Los campos apenitas dan cosecha. Penas dan. Y disgustos tol tiempo. Paeciera que dios se ha encabronao con la zona. Recuerdo a doña Ana, en paz descanse, que repetía eso de que dios aprieta pero no ahoga. Estaba convencía del cuento. Pá mí la cosa es otra. Dios aprieta, ahoga y estrangula el hijoputa cuando se descuida. No le pone atención a lo que hace. Mira el mundo de mierda que tenemos y encima hay que rezarle, no me jodan. Los hay que agradecen ca día el peazo de pan que se llevan al diente. No por fe, por cagones. Les da miedo morirse. Ya ves tú, por si hay vida después se portan bien. 

A mis hijas les digo que el mundo es jodío. Cuantas menos tonterías las distraigan, mejor. Que se concentren porque van a llorar lo mismo, que lo quieran que no. Pá eso la Trinidad, me hace una gracia. Tiene dos niños, el Pablo y el David. Uno de cada padre, muy bonitos, de esta altura ya. Los sigue la Trini a tos laos, como si se le fueran a romper o algo. No les da el sol de más que ya está ahí ella con los gorros. Yo creo que esos chicos ni saben lo que es tener sed porque la madre antes de que puedan experimentar ellos la falta de agua o alimento, antes de que puedan decir esta boca es mía, ya les está satisfaciendo toas las necesidades. Pá mí eso no está bien. Ya se lo he dicho, que van a crecer bobos esos niños, no los va a poder dejar solicos nunca. Pero ná, ella como si no. Pá mí que es lo que quiere, que se le peguen como lapa, como babosa, que no la dejen nunca, vaya. Le pasa lo que a tos, le da miedo morirse sola en este pueblo de mierda. Pero bue, pobres hijos los suyos, qué culpa tendrán ellos. 

A mí siempre me quisieron de otro modo. Pá empezar, de lejos. Eso de las carantoñas, los mimos y los besos y los brazos que se gastan las madres esforzadas, en mi casa no se daba. Caricias las justas y en día de fiesta. No recuerdo malo esa costumbre. A mis hijas no diré que las tengo a pan y agua, no  les falta ni un poco de ná, pero tonterías saben que la madre no les tiene. Y mira que los padres de las pobres, más idiotas de encargo y se extravían al nacer. Por suerte las crías no se les parecen o, por ahora, no se les nota la estupidez paterna. Dicen que con los años, aparece. Hasta yo, que bien poco vi a mi padre en vida, dicen que me le acerco y más de uno me saca un parecío con el muerto. Está en la sangre eso. Así que ya es bastante luchar contra la estupidez sanguínea que mis niñas hereden de sus padres, como pá andar idiotizándolas yo con tonterías tontas, vamos, que no. En mi casa se ganan cada plato de arró. 

Los hijos lo que tienen es que crecen, por suerte. El cachorro te dura lo que tardan en caerse las tetas y eso se pasa en ná. Ese rato que comen, duermen, cagan, es ná. Después tó se complica, porque viven pidiendo explicaciones y vaya usté a inventarle el origen del mundo. Qué paciencia, dios mío. Las mías no callaban ni bajo el agua. Paecía que les daban cuerda dormías, coño. Tol día con preguntas. Mamá, ¿y esto pá qué es? Mamá, ¿y esto pá que sirve? Mamá, ¿y esto cómo es que se llama? Y después los porqués de porquería, obvio, que no es que se contentan con la inercia. Que por qué es pá esto y no pá lo otro, que por qué se llama así y no asao. Loquita tol día con las crías repletas de preguntas, vamos, ni que se hubieran comío una enciclopedia ca una. 

Salieron habladoras como yo. En eso los padres nada hicieron, ninguno me salió de hablar. Ellos eran callaos, más o menos guapos según el día y, eso sí, mu limpios los tres. Ninguno me salió de quedarse en el pueblo, pero quién los va a culpar. Si yo hubiera sabío cómo también me hubiera ido a la mierda, pero no le confío mucho a los mapas. De hecho, la pura verdá, es que todos lo que se van, se extravían. Acá no vuelven ni pá enterrar a los padres. No sabe una qué pensar. Si el mundo será tan entretenío o si estamos tan lejos de tó, que no dan ganas de volverse. 

Qué cosa acortá que es la vida al final, ¿eh? Yo me la pasé esperando que empezara, a ver cómo era eso de vivir… Después perdí la ilusión. Se me hizo mu larga tanta espera pá pasarla bien, ya no tengo cuerpo ni gana. Ahora lo que más quiero es descansar y que no me joda nadie. Paece sencillo pero cuesta. La paz es un ideal grande y en este pueblo no abunda. Cuando no hay dos peleando, son tres. Y una siempre está en el medio, sí, ya no sé si es costumbre, maldición o mala suerte. Pero todo me termina pasando por la puerta. 

Haría bien mejor en no meterme. Las cosas de la madre, son de madre. Las de las hijas, de las hijas. Poco hay que opinar cuando ya se ha decidío lo que fuera. La mitad de las peleas son a toro pasao, pero nos gusta enredarnos la lengua con que yo te dije, te desdije, te avisé que hicieras, que vieras, que no fueras, que mal rayo te parta ahora. Paecemos tontos. Bien sabío es que en cuerpo ajeno no escarmienta nadie, hay que darse bien de bruces con la desgracia propia pá aprender a componerse, solucionar la cosa y seguir como si ná. Porque seguir se sigue, qué remedio. Me digo yo cada vez que me dan ganas de morirme que pá algo habré venío, ya me iré enterando. Un día de estos por ahí como a la Virgen, ¿no? Se me aparece un ángel y me traduce el plan divino de mis días.  Algo tié que haber después de tanto disgusto, digo yo. 

Mira el nieto de la Satur, por ejemplo, que no se apostaba por él ni media mano al fuego y al final resultó ser el único decente. Se sacó un estudio, se hizo maestro y ahora los educa a tos los chicos y y les cuenta cosas de la ruina que somos y tenemos. Paece que en otro tiempo aquello era un castillo. Quién diría que este pueblo de mierda tuvo nobles y tó. Pero bue, lo que digo, excursionaron un día más allá del mapa y se olvidaron de volver o se les fueron las ganas o les nacieron bastardos  por ahí y nunca regresaron al castillo este. Porque los ricos no valoran lo que tienen, como paece que les toca, que les llueve de arriba, pos no aprecian la suerte, pobre gente. No me caen bien los ricos, están como enceguecíos por la facilidad y la vagancia. No pué ser sano que te salga tó bien. Por eso son así de mala gente, pobres. No les envidio ná, ¿eh? Pá mí en esta vida tó los bienes del mundo no traen más que desgracias y preocupaciones. Se les nota que están tol tiempo pensando que les van a robar. Un asco de existencia mismamente, desconfiando del prójimo y mal mirando pá darse cuenta de si hoy tienen lo mismo que mañana. Quita, quita, que me dejen como estoy, que con lo mío me apaño. Si me he apañao hasta acá, mucho más difícil me digo yo que no va a ser la cosa.



MACARENA TRIGO

Actriz, poeta, docente y directora de teatro.

Es Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Historia del Arte y Comunicación Audiovisual. Investiga sobre la puesta en escena del texto poético y el uso de espacios no convencionales. Como autora y directora estrenó Por eso las curitas, Ella también lo está pasando mal, Pie para el beso, La lluvia y otras cigüeñas. Publicó los poemarios Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis, Cuatro angelitos, Los poemas perdidos de Eleonora que Mariana encontró no sabe dónde, Mutis sin aforo y Cuaderno porteño. 


Blog: www.mecagoenlabohemia.blogspot.com 

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